Es una de las plazas más bellas y grandes de España y uno de los monumentos barrocos capitales del urbanismo y de la arquitectura peninsulares.

Unamuno la llamó “corazón henchido de sol y aire”. Es el centro neurálgico de la ciudad, el corazón al que afluyen todas las arterias. En ella late la vida salmantina, es el lugar donde se dan cita salmantinos y foráneos.

Desde 1755, fecha de su construcción por Alberto de Churriguera, la plaza Mayor ha albergado el Consistorio, ha sido mercado, coso taurino, sala de conciertos, escenario teatral, punto de encuentro y lugar de paseo, además de ser testigo de los cambios políticos, socioeconómicos y religiosos que se han producido en España y en Salamanca desde entonces. Fue y será la esencia de la ciudad.

Para comprender la ciudad hay que entrar en ella, dejarse seducir, contemplarla, pasearla, sentarse al “sol que sana”. A ella van a dar todas las puertas que se adentran en la ciudad, hay que descubrirlas y traspasarlas:

la Universidad, los Dominicos, La Clerecía, la Catedral y la propia Plaza Mayor como principal puerta de acceso al universo de la ciudad de Salamanca. Cada puerta tiene su voz y todas conducen a un mismo lugar: la ciudad de la verdad y la belleza.